Había posicionado todo de tal manera que cada objeto necesario estaba al alcance. Tenía su cena empaquetada, sus cigarrillos y cenicero al lado de sus manos, su guitarra a solo 15 centímetros y su café enfriándose.
La ventana estaba semiabierta, dando la posibilidad de apreciar el río, las verdes barrancas y unos cuantos edificios que dejaban que la vista sea simplemente pacifica y relajadora. Probó un trago de su café y decidió abandonarlo, tenía un gusto demasiado fuerte y el humo brindando señal de se que seguía tibio, se encontraba disperso en el ambiente personal del cuarto.
Su valija mostraba desorden dando, extrañamente, existencia al orden, debido que todo se localizaba ahí. Cambió el tipo de música que la acompañaba en la redacción de su nueva presentación. Cada una de ellas variaba según los sonidos de arpegios, rasguidos y golpes de batería la inspiraban y reflejaban la situación en la que se posicionaba. Ahora la melodía era tan relajante, calma y profunda, algo que nunca había encontrado en ninguna otra parte, que le parecía demasiado original, llenando su alma y misterio por lo que vendría; los únicos movimientos que hacia era mirar paso a paso su escritura y sonreír en dirección al ventanal, su contacto con lo que ocurría afuera.
Se introdujo un chicle de manzana, uno con una cantidad excesiva de azúcar que la asqueaba, sobretodo porque el gusto exquisito de cafeína continuaba orbitando entre sus dientes y saliva. Pero este nuevo sabor lograba que despertara del estupendo sueño de amor reinante en su habitación.
Su cuerpo había amanecido hacia ya seis horas; aunque sin dar importancia a este dato, permitió que su camisón se adhiriera a su piel. En espaciados lapsos ofrecía una mirada a sus apuntes, sabiendo que debía concentrarse por un par de minutos, pero como disponía de todo el día no les dio mucho valor y los bajo a segunda categoría de los quehaceres de hoy.
A menudo demostraba su apreciación por lo que escuchaba balanceando su cuerpo, uniéndolo a las voces y coros. La impresión de que nada tenia urgencia por ser demostrado se interpuso con su efusiva armonía interior. ¿Qué debía hacer ahora?
…
… y mas…
Pronto se vio a si misma. Su mirada no simulaba desilusión por alguna incomodidad, disconformidad o apasionante amor y disposición. Ella reflejaba hostilidad, tranquilidad y bienvenida. La extrema soltura se apoderaba y sigue apoderando. Eso es lo que sus manos debían escribir al descifrar el mensaje naturalmente tapado en su cabeza. Las yemas de sus dedos lo sentían todo, pues al resbalarse de las uniformes teclas lo asumían con paciencia, queriendo que su mente se diera cuenta sola.
Sin embargo, ¡¿Qué importa?! Su propósito culminó positivamente. No hay más que aclarar.
14.5.09
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El final de la historia está ahi Liv, están todas las partes escritas, saludos!
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