13.5.09

La Escena

Está sentada sobre una roca en el desierto, el cual solo tiene espesa y rasposa arena. Sus rodillas acarician sus labios, mientras su mirada parece ser poseída por los dedos de sus pies. Sus ojos, los cuales más de una vez fueron elogiados por ser profundos y dulcemente oscuros, pestañean intentando secar lágrimas causadas por cansancio y redención. Su pelo es lo único que da señal de vida, debido que se mueve acompañando los desniveles del viento. Sus brazos aprietan sus piernas, meciendo su cuerpo.
Siente la presencia de alguien cerca suyo. Otra vez vuelve a ocurrir. A gritos sin sonido, él ruega llamar su atención. Deja la roca a un lado y algo agotada, da unos pasos hacia adelante y un costado. Lo tiene justo enfrente suyo pero están distanciados por la altura y metros en que los dos se encuentran parados.
Agita sus brazos, su cara toma varias formas, intenta darle un mensaje, pero ella no logra entenderlo. Se esfuerza, se concentra, se enoja con ella misma por no ser capaz de deducirlo. Voltea su rostro y se deja vencer. Camina hacia la roca. Lo mira intentando que el sí pueda captar lo que ella quiere transmitir. Se
envuelve con sus brazos y murmura no poder continuar. Aunque pretenda, no lo entiende. Se desespera y sonríe. Él no le perdió la vista, le devuelve la sonrisa y simula entender lo que ocurre.
Se alejan, cada uno toma su camino. Su encuentro finaliza con una mirada mostrando felicidad y tristeza juntas. Los dos saben que están unidos y separados, que son iguales y muy distintos. Pero mas allá que cada cual tome su propio rumbo, siempre se tendrán.

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