13.5.09

Juan lo ignora

Llevamos años viviendo aquí. Nuestra casa, bordeada por largas ramas de viejos árboles, alojó siempre a la hija mayor de la familia. Las paredes están erosionadas por los años y los pisos desgastados por el correr de los infantes; sin embargo, jamás pierde ni perderá su belleza.
Él y yo logramos un buen equilibrio: pinto y vendo aquellos cuadros de los cuales mi alma se puede despegar; como estos pocos, la gran parte del ingreso económico no está en mis manos. Mas allá de que para algunos nuestra pareja sea dispareja, formamos un equipo que permite mantener la individualidad y la unión.
Mi lado artístico florece por las mañanas y las noches, cuando a la luz de las velas, observo el rostro descansado de Juan y el subir y bajar de su caja toráxica. Elijo la luna debido que la casa se encuentra pacífica, mi cabeza distendida, el cuerpo de Juan adueñado de la cama. Luego del amanecer, tomo mi café y agarro mis pinceles, bajo la sombra de las hojas que flamean a causa de la brisa y el disfrute del arte.
Hablamos poco: estoy siempre pensando en mis obras y en lo maravillosa que es mi vida, y él, cansado. Pero nuestros abrazos son suficientes.
Mi amor hacia él no es capaz de ser como antes. Entregué todo de mí por elección propia, un sacrificio, un dar, por la enorme devoción y felicidad…
Me alejé de mi esencia
Me perdí.
Lo amé y al amarlo lo odie.
Juan lo ignora.
Mañana se irá de aquí.

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